Luna lunera

La Luna se poso en mi ventana, con sueños de esperanza y miradas de plata. Susurro en un suspiro que desearía ser velero, para surcar los mares y abandonar los cielos.

La luna se poso en mi ventana y me pregunto ¿que anhela el poeta? si dichoso puede crear vida solo con sus palabras. ¿que te perturba en esta noche constelada? si cada estrella anhela la erradumbre de tu alma.

Posada estaba la luna en mi ventana, cuando le respondí porque en las noches mi sonrisa se engalana: Es por ti Luna lunera que mis días son tristeza, lejos de tus brazos.

Yazgo aquí de tejado en tejado, buscando cercanía, para intentar con mis poemas acercar de forma sutil nuestros labios. Y cuando más cerca tengo un beso más te alejas de mi lado.

Hay luna que te posas esta noche en mi ventana, para intentar curar los males de este corazón pagano. Yo que prendo los cielos de amaranto, ni con las puntas de mis dedos ya te alcanzo.

Quedate esta noche musa amada, pues cuando llegue el día y te hayas marchado, seré yo quien se pose en tu ventana.

En el ondear de la bandera de tu cuerpo naufrago, intentando detener el tiempo, para poder vivir de nuevo tantas cosas ya olvidadas. Poder disfrutar de las sensaciones y experiencias como vez primera y nublar de emoción, miedo y enigma cada momento.
Rescatar del olvido la extinta sensación de levantarse a la mañana y no saber donde el día nos lleva. Escapar de la experiencia de ver las cubiertas de un libro y saber como termina, borrar de mi mente ese saber clarividente.
Ataviado con la bruma cada noche salgo por mi ventana, salgo y me pierdo entre sombras de noches estrelladas. Escondido en las calles de tiendas cerradas busco aquello perdido, vaga mi alma... buscando lo olvidado siguiendo rastros sin huellas, sueños sin nanas, entre dunas gemelas de un lejano sáhara. Pero pronto me atrapa la nada y no me arrastra hasta el confín más inhóspito sino hasta la realidad más mundana.
Así despierto noche tras noche y acaecido duermo día tras día. Hasta que mi imaginación un día decida que llego la hora de tirar el rey y que gane la partida la desidia.

Papel en blanco

De nuevo aquí ante ti, impetuoso e inhiesto como siempre yaces delante de mi, eres la nada que tengo que convertir en expresión, eres el vacío que he de llenar de inspiración. Solos tú y yo en esta oscura noche, una de tantas otras que pasamos juntos sin conciliar el sueño, con este silencio tan adorado como maldito, que ambos buscamos para escapar de todo y para encontrarnos. Menuda estupidez como si no nos hubiéramos ya encontrado tras haber pasado tantos años juntos, pero supongo que es una forma de intentar encontrar lo que fuimos, aunque nuestra putrefacta existencia ya carece de antiguos logros y ya nadie espera nada de nosotros más que vendamos nuestros sueños y nos convirtamos en pellejo y escombros.
Nunca fuimos iguales, siempre fui perezoso para venderte mi tiempo, libertino para prestarte en demasía mi valiosa atención, irresponsable para acatar la obligación. Pero siempre acababas atrapándome en medio de tus brazos, como una amante lasciva que te ofrece sexo eterno, ese que no olvidas jamás aunque yazcas con mil cuerpos.
Mis ojos dicen basta cuando ya da la madrugada, mis yemas no se resisten a seguir clickando estas teclas. Mi garganta pide agua que alivie el desgarro de estas cuerdas que como guitarras rasgadas suenan a guijarros ¿y tu que me pides?, lo de siempre que olvide cualquier necesidad vital para seguir plasmando mis ideas y seguir aquí fiel de esta sensación de orgasmo inalcanzado, de esta frustración entorno a un bucle, mezcla de femme fatale y sadismo extremo.
Hace mucho tiempo que nos conocemos papel en blanco, pero hoy mi desnudo cuerpo es el lienzo y tu el esclavo.
Búscate a otro que te vista con sus letras, hoy duermo acompañado, al otro lado descansan mis poemas.

¿Que serà?

¿Que será de mis letras cuando me haya ido, cuando la incertidumbre le gane el pulso a la esperanza y la mediocridad desolle el talento?.

¿Que será entonces de mis palabras?.

Cuantas cartas mis amantes habrán guardado en una endeble caja de madera, cuantas se quemaron con rencor y dolor en la hoguera. Y quien recordará aquellos versos presos del atlas de desnudos cuerpos, endiablados, adolescentes e irreverentes.

Cuantos labios los leyeron y aceleraron su palpito con cada anhelo, como si el viento les hubiera transportado a un lugar bucólico, oculto e ignoto.

No añoro, no hay nostalgia en mis suspiros, solo preguntas.

He regalado poemas con todos los sentimientos que pudiera sentir un hombre sobre la faz de la tierra, he adolecido mi sufrir como soldado que sangra en la guerra. He amado, querido y sentido toda expresión del amor, la amistad y cientos de afectos dispares.

He recibido a cambio los mejores bienes y menos apreciados. Una sonrisa, el sonrojar de una mejilla, un silencio de admiración, una mirada cautiva, un te quiero o una lagrima. Me siento muy afortunado por ellos y desconozco en mi humildad que es la fama, el prestigio y el dinero.

¿Me pregunto?

Quien recogerá mi carpeta de poemas que yace en el cajón bajo mi cama, cuando yo encima yazga del color de la grana.Quien asumirá mi periplo, aquel que con ocho añitos empece y que aún sigo. Quien hará que estas letras que escribo, sean eco cuando yo me haya ido.

esta mañana

Me pierdo en tu ausencia en el recuerdo de tu olor, aquel que recorrían mis dedos en tu piel, creando geometrías sinestesicas de sabores prohibidos. Esa fragancia a la que abrazarse al alba, ingravidez...mis brazos solo cupen las sábanas. La luz parmesiana resuelve la incógnita, entre las sombras translúcidas de las persianas veo que tu cuerpo falta. Como faltan tus bostezos y tus miradas soñolientas, esa sonrisa pícara recostada en la almohada. Me faltan las palabras...

Estimada,

Se pierden las palabras hoy en un ayer olvidado, como difuminadas gotas de lluvia en un estanque; se dilapidan ante muros inquebrantables de odios y rencores. Así son las relaciones humanas cuando decadentes ven expirar sus intereses.
No puedo sino vivir enajenando una realidad ucrónica, cambiante en su pasado, su presente y su futuro. Las ideas se astillan e implosionan formando preguntas, paralelismos y obviedades. Así sesgo transrealismos de lo que pudo haber sido mi vida sin ti.

¿Qué hubiera sido de nuestros labios? ¿Si el extinto espacio-temporal en que nos saludamos, no hubiera prendido la llama de la atracción y la curiosidad?
Tal vez nunca hubieran existido o no como tal en un unísono, quizás los silencios habrían reinado como sátrapas hircanos y el dulzor melifluo de la ambrosía hubiera permanecido ignota, presa de ánforas olímpicas.
Y es extraño imaginarlo hoy; condenado a una desesperación petrarquiana viéndote pasar por mi lado y esclavizado por sonetos al alba. Pero no se si este dolor que siento es merecedor del recuerdo, cuando la noche cae y mis dedos te buscan en el hielo, en la nada… en esta cama vacía que dejaste tras tu marcha.

¿Qué hubiera sido de nuestras manos, si las parcas no hubieran zurcido ojales para entrelazar sus hilos?
Ciegas al tacto de la belleza, viviendo a tientas en la oscuridad, palpando cada saliente, cada roca de esta caverna. Mi ser ausente de sentir inteligible no ve más allá… más allá de las caricias que me brindaste, de sentir tus cálidas huellas marcando mi piel como tintas inequívocas de poemas en papel. Dando vida al parpadeo de una ficción que emborrone la anodina rutina.
Y es extraño imaginarlo hoy; devorado por un Leviatán, llamado soledad, que me impone un anacrónico autoritarismo de mutismo y lágrima.


¿Qué hubiera sido de mí?
Sin tu fehaciente paz oceánica, carente de las pausas de miradas fijas entre besos, sin las largas charlas otoñales viendo descafeinadas hojas en violáceos atardeceres, sin andar esbozando sueños en lienzos oníricos…
Y es extraño imaginarlo hoy; un nuevo comienzo, una nueva vida alejado de tus brazos. Tras haber envejecido a tu lado una y mil veces sosteniendo tu mano.

Tal vez hoy no pueda comprender lo que se siente al perderte, quizás no sea la hora aún de cerrar cicatrices ni de abrir heridas. Pues hoy me dispongo a conocerte.

En la nostalgia de la noche, en donde las estrellas cual luciérnagas alumbran el cielo, yazgo junto a la soledad. En mi escritorio perezco y fruto de mi fin brotan tintas, que esbozan en nácar, pinceladas melancólicas:

Cuanto os hecho de menos
exhalaron mis yemas con un tintineo,
a cada instante en que la noche se acerca
y la oscuridad apaga el candil de Minerva;
el recuerdo de su abrazo se vuelve más lejano.

He vivido junto a vos en un bucólico lugar
y al despertar resulta todo tan mundano.

No siento su cuerpo cerca
para llenarlo del tacto de mis caricias.
Es tan inmensa esta pena que siento
que los salados zafiros recorren mis mejillas.

¡Os necesito!
Y lo he gritado al viento en cada anhelo.
¡Os necesito!
Y a cada palabra solo desdeño un lamento.

No os tengo y mi corazón os llama.
He susurrado, plañido y llorado
la misma teológica ausencia
que siente el cuerpo por el alma.

Teneros fue lo más bello,
perderse ingrávido en su fragancia.

¿Cómo mitigar este dolor?
¿Cómo acallar esta necesidad?
Que me enerva mi pensar
y no me deja tan siquiera respirar.

Aprender a vivir con ello
es solo una suposición.
Porque a pesar de mi inhiesta fortaleza
no se vivir sin vos.

Desde que llego a mi vida,
desde que compartí cama y sueño.
Supe en ese instante…
que solo somos un fuego, un latido, un cuerpo.

Espero que jamás tenga que deciros adiós,
pues si un día o unas horas
mellan en mí esta agonía.
La perdida eterna sería un infierno.

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